La reflexión sobre la muerte no tiene por qué ser enfermiza
o morbosa, sino que más bien puede convertirse en el más poderoso estímulo
para vivir, para aprovechar el tiempo limitado que tenemos a nuestra disposición.
La conciencia de la muerte no convierte al mundo en un gran teatro, ni
la propia existencia en una representación o una farsa, sino que hace
de la vida un drama real y no fingido. La vida alcanza su importancia
cuando se la ve precisamente a la luz de su final. Esta vida no es fantasmagórica,
no es vacua ni trivial, porque tiene fin y no es reiterable.
Tras discutir las diversas posturas del pensamiento contemporáneo
sobre la muerte, analizar el horror de morir y esclarecer las relaciones
entre la sexualidad y la muerte, la obra plantea los fundamentos de la
creencia en la inmortalidad y discute el fundamento racional de la fe
en la reencarnación y en la resurrección.
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